Afectan hasta el 40% de los bebés menores de 6 meses, aunque no por ello son menos molestos. De origen multifactorial, su tratamiento varía caso a caso, aunque todos requieren de algo en común: tiempo y paciencia.
Episodios de llanto brusco y súbito que tal como vienen, se van. Generalmente asociados al final del día, los cólicos son temidos por todos los padres -especialmente primerizos- que no saben cómo reaccionar y/o consolar a su hijo.
Hernán Villalón, pediatra y neonatólogo de Clínica Las Condes (CLC), afirma que los cólicos suelen aparecer en la segunda semana de vida, cuando el aporte de leche materna es mayor. “En el caso de bebés con esta patología, poseen un sistema digestivo inmaduro, donde el tubo digestivo no tiene la capacidad de digerir el 100% de la lactosa. Dichos restos se van al colon, fermentando con las bacterias presentes. Ahí producen gas, el cual se transforma en burbujas. La causa del dolor son los esfuerzos del colon para expulsarlos”, explica.
De acuerdo con el especialista, en general el peak de los cólicos se da entre el mes y mes y medio de edad. Estos pueden durar hasta los 2-3 meses, cuando el tubo digestivo alcanza su madurez.
Al no generar molestias localizadas, también se les conoce como dolor de la víscera hueca. En el caso de los adultos, su símil serían los famosos “retorcijones” de estómago.
La doctora Camila Cordero, becada de pediatría de la U. de los Andes, sostiene que “todavía no se sabe con certeza el porqué de los cólicos. Se han propuesto distintas causas como alergia a la proteína de la leche de vaca, inmadurez gastrointestinal por una absorción incompleta de carbohidratos, hiper motilidad intestinal, alteración de la microflora, exposición al tabaco y nicotina e inclusive el temperamento de la guagua”.
La experta de la U. de los Andes detalla que los cólicos afectan hasta un 40% de los menores de 6 meses, disminuyendo con la edad. Asimismo, es más frecuente en hijos mayores y hermanos de niños con cólicos, de raza caucásica y que viven en países industrializados. Un factor importante es la percepción de los padres, así como la relación marital y el nivel de estrés.
Con respecto a este último punto, lo más común es que los cólicos se desaten entre las 18 y 22 horas. La doctora Cordero dice que “no se sabe claramente por qué, pero se cree que es porque los padres están cansados y menos tolerantes en este horario, detectando más el llanto infantil”.
Asimismo, afirma que es esencial estar atento a otras señales que nos indiquen algo extra como, por ejemplo, fiebre asociada, rechazo alimentario, llanto incesante, vómitos, deposiciones con sangre, baja de peso o lesiones cutáneas.
El pediatra de la CLC, Hernán Villalón, llama a diferenciar entre los cólicos fisiológicos (comunes) versus patológicos. Estos últimos representan un problema durante todo el día, alterando los procesos normales de desarrollo y alimentación de los menores. Por lo mismo, son síntoma de enfermedades subyacentes como alergias alimentarias, reflujo gastroesofágico, esofagitis o gastritis, entre otras.
En el caso de los cólicos fisiológicos, el médico asevera que “el mejor tratamiento es la eliminación de gases acumulados en el colon. Para ello podemos recurrir al masaje infantil, flectando las piernas sobre el abdomen del bebé, o bien mediante la estimulación rectal muy suave, usando un cotonito con vaselina”.
Respecto a los fármacos, el doctor Villalón explica que podemos recurrir en última instancia a antiespasmódicos como el Viadil, fijándonos en potenciales efectos secundarios como, por ejemplo, estitiquez o hipotonía (falta de fuerza) del tubo digestivo. Otro recurso es reducir la formación de burbujas empleando Flapex o Dimeticona, o emplear probióticos como Biogaia. Este reemplaza la flora del tubo digestivo por una menos fermentativa, generando menor cantidad de gases.
Cólicos y alimentación
Una de las interrogantes más comunes entre las madres que amamantan, es si lo que comen incide o no en los cólicos de sus hijos. La matrona, consultora de lactancia y fundadora de Apechuga, Blanca Ossa, aclara que no existen alimentos que universalmente provoquen daño a todos los bebés. “Cada niño reacciona diferente a los alimentos que ingiere la madre. Por lo tanto, lo importante es fijarse cómo reacciona el recién nacido a los alimentos nuevos, pudiendo afectarlo desde las 4 a 24 horas posteriores a la ingesta. Como regla general, el café, té, bebidas cola y chocolates tienen un efecto irritante en el sistema nervioso central, por lo que es necesario consumirlos con moderación, regulando la ingesta según cómo lo tolere cada menor”, precisa.
Asimismo, la experta señala que, si bien no existe evidencia científica al respecto, la experiencia de las madres sugiere que el consumo frecuente de apio, orégano y anís disminuye las molestias gastrointestinales en las guaguas. Estos alimentos pueden consumirse en la dieta diaria, o bien en infusiones:“Es importante señalar que es la mamá quien debe ingerirlos, no el menor. Ojo que el anís no debe ser estrellado, ya que puede provocar daño al niño”, recalca.
Junto con la alimentación, la fundadora de Apechuga puntualiza que hay otros factores a considerar en el caso de bebés con este problema. Por ejemplo, cuando las mamás tienen mucha leche o les sale muy rápido, el pequeño puede descoordinarse y tragar aire, llenándolo de gases que luego se transforman en cólicos dolorosos. Para evitar este contratiempo, recomienda que si la mamá escucha a su hijo tragar muy fuerte (haciendo un sonido similar a “glup gup”), hay que reclinarse hacia atrás con él encima y, producto de la gravedad, la leche saldrá más despacio. Si se hace esto y la guagua continúa succionando intensamente, hay que mantener apretado el pecho con la mano libre, mientras el bebé come. De esta manera, se bloqueará un poco los conductos para que salga despacio la leche.
Si las medidas anteriores no funcionan, una buena idea es sacarse un poco de leche (alrededor de 3 minutos por lado) antes de dar pecho. Así, disminuye la presión al salir.
Asegurarse de sacarle bien los “flatitos” al terminar de comer, especialmente si tragó muy fuerte. Es de gran ayuda moverlo suavemente mientras se golpea su espalda, ya que así se logrará movilizar los gases y expulsarlos más fácilmente.
Por su parte, el pediatra de la Clínica Las Condes, sugiere dejar al bebé en posición vertical al menos por 30 minutos después de comer, favoreciendo el vaciamiento gástrico parcial. A este se suman otros consejos como levantar la cabecera de la cuna en 30 grados, acostando al menor de espaldas.
Finalmente, la doctora Camila Cordero rescata la utilidad del chupete, los movimientos oscilatorios – en auto o en coche-, los baños tibios y colocar “ruidos blancos”, como el de la aspiradora, secador de pelo o lavadora. Dichos sonidos evocan lo que escuchaban los pequeños en el útero, muchas veces consiguiendo la tan ansiada calma.
TIPS PARA MAMÁS CON GUAGUAS CON CÓLICOS
*Evitar alimentos irritantes como el café, té, bebidas cola y chocolate.
*Conocer a su hijo. Fijarse en cómo le afectan los alimentos nuevos que se van incluyendo en su dieta, eliminando aquellos que aparentemente le provocan gases.
*Practicar el colecho seguro y usar el contacto piel a piel como medida para ayudar a calmarlo.
*Hacerle masaje abdominal 2 a 3 veces diarias. Para esto, usar movimientos circulares alrededor del ombligo, en el sentido de las agujas del reloj; descansando las manos en su vientre para relajarlo, y apoyando firmemente sus rodillas en la guatita para ayudarlo a eliminar gases.
*Preferir siempre la leche materna por sobre la de fórmula. En caso de que el pequeño requiera suplementos de leche de fórmula, hablar con su pediatra para que aconseje cuál usar.
Fuente: Blanca Ossa, enfermera matrona UC, consultora de Lactancia Internacional Certificada IBCLC. Fundadora de Apechuga (Facebook: apechugachile).
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